martes, 25 de agosto de 2009

beautifuull Green eyes

[ NO IMAGE ] LLL'

Hace casi un mes que volví a perder la noción del tiempo. En cada día que pasa, vas aprendiendo un poco más de ti, y a menudo no me gusta lo que veo. En la vida hay miles de minutos, millones, y los hay tan diferentes... que a veces nos cuesta entenderlos. A veces no, a menudo. Hay algunos que están llenos de alegría, otros de tristeza, odio, rabia, desesperación... Otros son insignificantes, y otros... nos cambian la vida.

aii
por la mañana me despierto y echo de menos el no verte nada más abrir mis párpados, y por la noche, cuando me acuesto en mi cama, añoro tu presencia, tus ojos mirándome hasta quedarnos dormidos. Añoro también tu carita, con esa sonrisa que siempre me hacía sentir tan bien. La última noche, cuando te quedaste dormido, yo te miraba, y me decía: sé que esto se acaba aquí. Ahora lo recuerdo como el mejor momento que me he llevado de estos días allí contigo. Ayer por la noche, eran las 5 o así de la mañana, me puse a mirar el cielo, a mirar las estrellas, cerraba los ojos y recordaba cuando estaba justo igual allí en tu terraza, y por un momento, sentí cómo me abrazabas por atrás, tal y como hiciste aquella noche. Sólo hace una semana que no te veo, y me sigue doliendo el no tenerte cerca, porque duele.Ahora sólo me imagino cuando vuelva a verte, en tu coche escuchando la radio, yendo a ningún sitio, y de esos momentos en los que ponen una canción que es perfecta para nosotros, en cuando volvamos a dormir juntos, y vayamos a sitios, lugares que nos enseñen que, una vez más, allí estamos los dos, pendientes de los minutos que corren a nuestro alrededor, y deseando que se pare el tiempo para no volver a separar nuestras miradas.
Esos pequeños momentos que tanto llenan...

Entrando por la puerta del apartamento, el número 33, un piso en una residencia, en una aldea rodeada por un valle, perdida en mitad de una sierra, una noche de verano con un cielo despejado e inhundado de estrellas, subiendo por las escaleras de maderas, en silencio, porque suenan mucho y ellos pordrían despertarse, y Copito podría ponerse a maullar de nuevo, girando por la derecha nada más llegar al piso de arriba y abriendo la puerta. Allí estábamos. Tú tumbado en la cama, esa cama de sábanas verdes y naranjas, hecha por mi esa mañana cuando me desperté y tú ya te habías ido a trabajar. Tú con sólo una toalla después de haberte duchado, y yo encima tuya, medio desnuda, contemplándote... Sí, los dos estábamos en silencio, no hacía falta la más mínima palabra, porque ¿ qué iban a decir nuestras bocas que no nos estuviéramos diciendo con la mirada?. Yo tocaba tu cara, tu cuello, tus pectorales, podía sentir cómo se te erizaba la piel, cómo sentía que no quería oir nada más que tu respiración. Tras un rato así rompiste el silencio, me dijiste todo cuanto necesitaba escuchar, me cogiste la cara, me acercaste a tus labios y me besaste. Todo cuanto imaginé que no pasaría cuando hablamos por primera vez en ese pub, una de esas noches en las que sólo nos mirábamos, distantes, mostrando las ganas que teníamos de comernos a besos, inventando cualquier excusa para hablar, jugando al billar... todo eso que imaginaba cuando apenas sabía tu nombre y poco más, pasó. No te confundas, no pretendo echarte de menos, no pretendo esperar que me llames ni que quieras un para siempre, pero sabes, tanto como yo, que lo que hubo entre tú y yo alcanzó todas nuestras espectativas y más. No, no te confundas, cuando me separé de ti no lloré, no sentí dolor. No te confundas... No te echo de menos porque me has dado todo cuanto necesitaba sentir, y ahora, sé que nunca te voy a perder, y que, existiendo tú, mi soledad ha terminado aunque nos separen kilómetros de distancia...

Si me quedas tú, me queda la vida.