sábado, 13 de febrero de 2010

15.11




De nuevo, todo un siglo por escribir y ni saber cómo expresar. Hay cosas, incluso las más importantes, que nunca se aprenden.
Oigo notas sonar en mi cabeza, son una canción, pero las canciones no suelen ser sólo eso.
Intentar entenderme es el mayor reto que jamás pueda proponerme. Rechazar cosas por intuición, y es que todo es azar.
Las cosas se transforman sin aviso previo, y una vez más estás tumbado en la cama sin saber en qué pensar. Una vida, lo tienes todo, no tienes nada. Nunca conforme y de acuerdo, porque nunca se puede tener un mundo en común.
Mi verdadero mundo sólo está en mi cabeza, todo lo demás no es más que teatro.
Me apetece gritar porque sé que no puedo, no lo que me gustaría, de hecho un simple grito sonaría patético.
Me gusta pasar frío porque sé que el dolor me alivia, y es contradictorio con lo que quiero conseguir cuando hago.
Odio el silencio porque me recuerda que haga lo que haga, siempre estaré yo sola, responsable de mis decisiones y de cómo aprovechar el tiempo estos años que son la vida.
Si siempre va a ser así, menudo martirio me espera.
Qué vulnerable el ser humano, siempre pendiente de sus sentimientos y poco más.

Yo no sé que pensar, esta vez no...

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